PERSONAS emocionalmente inmaduras: ✔ ¿Cómo son?

Cómo son las personas emocionalmente inmaduras

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La madurez no siempre llega con la edad. Hay personas emocionalmente inmaduras, incluso en la etapa adulta, que por múltiples motivos se quedan atrapadas en algún punto del proceso del desarrollo emocional. Esto puede dificultar seriamente las interacciones sociales, así como la relación con ellos mismos.

¿Qué es la inmadurez emocional?

Podría definirse la inmadurez emocional como una característica en la que las personas afectadas no han conseguido renunciar a los deseos propios de la infancia. Como, por ejemplo, que la realidad y el mundo se dobleguen y se adapten a sus necesidades. Las personas inmaduras tienen dificultades para aceptar y superar las emociones negativas. Otra característica de la inmadurez es una tendencia a reaccionar y expresar emociones sin ninguna restricción, y a veces de forma desproporcionada, de forma muy similar a como lo hacen los niños.

Algunos expertos aseguran que el tipo de dinámicas sociales que se dan en la actualidad, excesivamente basadas en las apariencias y el reconocimiento externo, premia y refuerza las conductas inmaduras. El compromiso social se entiende como un obstáculo y una limitación para la libertad. Lo que se valora es satisfacer las necesidades inmediatas, aquí y ahora. Sin embargo, aunque esta inmadurez se haya convertido en una especie de paradigma, a medio y a largo plazo supone un problema conductual que termina siendo un impedimento para lograr una vida medianamente feliz. Además de generar conflictos y dañar a las personas del entorno más cercano.

De forma opuesta, la madurez emocional es un estado de templanza, fortaleza y resiliencia, que permite actuar de forma equilibrada y realista ante las dificultades, y tomar decisiones racionales. Las personas emocionalmente inmaduras se reconocen fácilmente porque tienen unos rasgos de comportamiento muy reconocibles y característicos.

Egocentrismo

El bebé es narcisista. Cree que el mundo gira a su alrededor, y pide comida cuando tiene hambre, independientemente de la hora que sea. Cuando va creciendo y madurando, empieza a entender que no siempre es posible conseguir todo lo que se desea y las personas de su alrededor también tienen sus propios deseos y necesidades. Madurar, pues, supone salir del egocentrismo y empezar a mirar alrededor, para romper con la fantasía de que cualquier petición ha de ser satisfecha. Al mismo tiempo, se abre ante nosotros la interesante posibilidad de descubrir realidades ajenas, con todo lo que ello conlleva. Las personas emocionalmente inmaduras se mantienen en esa primitiva etapa egocéntrica, en la que no prestan atención al mundo de los demás y tienen la convicción de que los demás están tan volcados en cumplir sus deseos como ellos mismos. Esta característica suele ir de la mano con la falta de empatía.

Baja tolerancia a la frustración

Esta característica la reconocemos fácilmente en los niños cuando manifiestan berrinches en el momento en el que se les niega algo. Es parte del proceso de maduración el aceptar que nuestros deseos no siempre van a ser satisfechos. Algo que, por supuesto, genera malestar y toda una serie de emociones desagradables, que los más pequeños canalizan de forma muy escandalosa. Con el tiempo aprendemos a encontrar alternativas, a resignarnos o a centrarnos en otras cosas, un punto al que no suelen llegar las personas inmaduras. En los adultos, además, la frustración se extiende al comportamiento o a las opiniones de las personas, y se muestran profundamente intolerantes cuando alguien no piensa o no actúa de la forma esperada.

Impulsividad

Las personas inmaduras no son capaces de prever las consecuencias de sus actos, así que tampoco pueden regular sus acciones. Son impulsivas, y se dejan llevar por sus arrebatos emocionales, tratando de hacer ver a los demás, sin ningún tipo de filtro, cómo se sienten en ese momento. Se trata de reacciones viscerales e irracionales, que no han sido meditadas en ningún momento. Los efectos pueden ser muy graves, desde despidos laborales, hasta rupturas de pareja o de amistad, e incluso puede significar problemas de tipo legal.  

Rechazo al compromiso

Otra señal inconfundible de que una persona es emocionalmente inmadura es la dificultad para comprometerse. Un compromiso, sea del tipo que sea, requiere renunciar a algunos deseos del momento presente, para centrarse en lograr un objetivo más valioso a largo plazo. Un niño no es capaz de realizar este sacrifico, ya que vive las cosas al instante. A medida que va creciendo, va comprendiendo que las restricciones y los sacrificios permiten alcanzar logros, y que un compromiso no significa limitar la libertad, sino proyectarse a largo plazo.

Incapacidad para responsabilizarse

Las personas emocionalmente inmaduras no se responsabilizan de sus propios actos. Los niños se ven a sí mismos como personas que no actúan a voluntad, sino que están dirigidos por los adultos, lo cual es en parte cierto. Esta irresponsabilidad les permite liberarse del error y de la culpa, y cargarla sobre los demás. Con la madurez, aprendemos a aceptar el error para aprender de ello, para intentar reparar los daños causados, y para pedir perdón. La persona inmadura no acepta los errores, y mucho menos las críticas; así que tienden a buscar todo tipo de excusas, justificarse, e incluso recurren a chivos expiatorios para echarles la culpa.

Relaciones dependientes

La madurez emocional permite a las personas responsabilizarse de su propio bienestar, lidiar con la frustración y tomar decisiones sensatas. Son autosuficientes, conscientes de sus debilidades y sus fortalezas, en constante evolución. Por el contrario, una persona inmadura tiende a desarrollar un tipo de apego inseguro, ya que necesita de alguien que satisfaga sus necesidades, y sobre quien depositar sus frustraciones. Este tipo de relaciones suelen ser absorbentes, posesivas y demandantes, provocando una serie de conflictos que finalmente destruyen la relación.

Falta de introspección

Las personas emocionalmente inmaduras no suelen dedicar tiempo en soledad a reflexionar sobre la propia forma de reaccionar o de pensar. Ignoran la opción de pararse a auto-observarse para corregir los errores, antes de que lleguen las consecuencias negativas dese el exterior. Generalmente, suelen buscar estímulos externos constantes como ver la televisión, salir de fiesta, o estar constantemente acompañados de grupos de personas.

Algunos trastornos de la personalidad están vinculados a la inmadurez emocional, pero no todas las personas emocionalmente inmaduras tienen un trastorno de la personalidad. Si te identificas con algunos de los rasgos descritos, o ves en ellos a algún ser querido que quieres ayudar, no dudes en consultarnos para comenzar un proceso de terapia si es necesario.

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Guillermo Orozco

Guillermo Orozco

Psicólogo en Las Palmas de Gran Canaria. Graduado por la UNED y Máster en Psicología General Sanitaria por la Universidad Autónoma de Madrid. Especialista en trastornos de ansiedad y trastornos del estado de ánimo. Experto en Terapia de Pareja y Terapia Online.

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