Cuando pasamos por experiencias difíciles de gestionar y que se escapan a nuestro control, nuestra salud mental se puede ver afectada. Todos somos vulnerables a padecer en algún momento un trastorno como la depresión, entre cuyos síntomas suele encontrarse una fuerte necesidad de aislamiento. A continuación, vamos a ver los motivos.
Aislamiento y depresión
Se tiende mucho a banalizar con la palabra ‘depresión’. De hecho, todavía hay quien cree que estar deprimido es algo así como estar triste o con el ánimo un poco bajo, y que con fuerza de voluntad se puede superar. Pero la realidad es que se trata de un trastorno mental que provoca que la persona lo pierda todo: el interés por lo que le rodea, la capacidad de sentir placer, las energías, el sueño, el apetito y la autoestima. Eso puede llevar al afectado a pasar largas horas al día sin motivación alguna, sumido en la apatía, y sin energías para salir a la calle ni relacionarse con nadie. Los cuadros depresivos empujan a buscar la tranquilidad, el silencio y la ausencia de estímulos, y esa tendencia al aislamiento es lo que hace que a veces sea tan difícil ayudar a estos pacientes.
Un poco de neurociencia
La depresión puede desencadenarse por diferentes causas, y provoca un desajuste químico en el cerebro. Por un lado, se ve afectada la producción de serotonina que se encarga de regular el hipotálamo. A su vez, el hipotálamo gestiona los ciclos del sueño y del hambre. También la respuesta física a emociones intensas, como acelerar el pulso, erizar la piel, dilatar las pupilas, etc. Si descienden los niveles de serotonina, entonces la actividad del hipotálamo aumenta de forma descontrolada. Esto puede provocar que la persona con depresión sufra trastornos del apetito, insomnio o hipersomnia.
El hipocampo es otra área que sufre las consecuencias de la depresión. Es la parte que se encarga, entre otras cosas, de producir nuevas neuronas, y están vinculados a la memoria y al aprendizaje. Cuando nos mantenemos en un elevado estado de estrés durante mucho tiempo, el hipotálamo produce grandes niveles de cortisol, la famosa hormona del estrés, y esto reduce la actividad del hipocampo. En la depresión ocurre algo similar, y la mente no puede renovar neuronas a un ritmo normal. Además de experimentar dificultades de memoria, sobre todo a corto plazo, también es más difícil superar los estímulos asociados a la incertidumbre o al miedo. Así, las acciones cotidianas como usar el transporte público, ir a trabajar o quedar con amigos, son fuente de inquietud y rechazo, a causa de esta merma de la actividad del hipocampo.
Mucho miedo y poca motivación
La depresión también tiene efectos sobre la amígdala, que es la que controla el miedo en el cerebro. Quienes sufren depresión son más vulnerables a sentir como una amenaza situaciones del día a día que no implican ningún riesgo ni peligro, y esto puede derivar en crisis de ansiedad, y posteriores conductas evitativas. También se suele producir una desconexión entre la amígdala y las regiones del cerebro que regulan las emociones. Esto tiene como consecuencia lo que se conoce como sesgo de procesamiento de la información, que tiende a provocar que la persona afectada interprete toda la información externa de forma negativa. Es por esto que las personas depresivas son muy pesimistas, y mientras que cualquier suceso negativo tiene un fuerte impacto en ellas, apenas son capaces de reparar en los momentos positivos.
Los niveles altos de cortisol de manera prolongada también inhiben la producción de dopamina, un neurotransmisor responsable de la sensación de placer. Cuando el cerebro no produce dopamina, la actividad en el córtex prefrontal disminuye, siendo este el área asociada a la satisfacción de las metas personales. Algo que explica por qué las personas con trastorno depresivo pierden la motivación personal, y la ilusión por marcarse objetivos y cumplir sueños.
Como vemos, la depresión genera una serie de reacciones cerebrales que, a modo de fichas de dominó, provocan un efecto en cadena que afecta a muchos aspectos de su funcionamiento normal.
Desajustes biológicos y agotamiento físico
Sabiendo lo que ocurre dentro del cerebro de una persona con depresión, podemos entender el gran esfuerzo que supone cualquier tarea cotidiana, y más aún, cualquier relación interpersonal. Es un trastorno que altera por completo la química hormonal, hasta el punto de que algunos afectados ni siquiera experimentan esa tristeza que todo el mundo asocia con la depresión, sino que se sumergen en la apatía más absoluta. Llegados a este punto, lo habitual es desear refu